Cada vez más raro
Pues bien, no se asuste, señora, pero yo tengo mi particular Triángulo de los Madriles. ¡Si, si! No se ría, que es cierto. Verá, se ubica entre la puerta de mi cuarto, la estantería de los pies de mi cama y el cabecero de la misma. En este triángulo el tiempo y el espacio se pierden, se funden, devolviéndome como resultado hoy en particular una tarde de cinco minutos durante los cuales no he podido estudiar gran cosa. ¡Es que en cinco minutos no da tiempo a nada!
En fin (Pilarín), que será mejor que lo mantenga en secreto porque las paredes oyen, puesto que como se enteren ciertos científicos que me se yo (que ya me andan fichando), acabo encerrado de por vida, ¡o diseccionado!. Con lo a gusto que estoy yo entero, oiga.