31.5.06

¡Invasión!

Empezó hace mes y medio. Entraron por la cocina.

Decenas y decenas de polillas de un centímetro se colaban por las rendijas de la ventilación (de esa que te obligan a tener cuando tienes cocina de gas), por las ventanas, por los grifos, por los poros de las paredes... ¡por todos lados! Lo bueno era que, al ser pequeñas, asustaban poco.

Muchas sucumbieron a mis chanclas asesinas, unas que me regalaron los del Springfield. Pero claro, eso era la avanzadilla.

La cosa ha cambiado. Se ha recrudecido.

Como la infantería que desembarca en la playa enemiga tras la primera incursión de sondeo, hordas de polillas del tamaño de un autobús de dos pisos han decidido tomar la casa. Amarillas, marrones, grises, negras, grandes, más grandes...

Por ahora la guarida de hobbes está aguantando. El balance es positivo, unas veinte bajas de polillas-tanque y ninguna propia que lamentar. Pero sabemos que están ahí fuera, rearmándose. Dispuestas a vengar a sus caídas. Bestias inmundas...

Lo que hace unos días era un odioso olor que apestaba mi habitación, hoy se convierte en dulce aroma de guerra química, el perfume aliado contra el sarnoso enemigo. Y es que me huelen a naftalina hasta los gayumbos.

Todo sea por la victoria.

26.5.06

Hormigueos

Viernes de congelador.

Viernes de grises, de mirar por la ventana y ver pasar cientos de coches. Viernes de esconderse detrás del monitor, de párpados pesados, de piernas estiradas y de recostarse en la silla. Viernes de manos frías. Viernes eterno.

Mientras cumplimento el listado de procesos del sistema, propietarios e indicadores, analizo la posible acción a tomar tras la lectura una reclamación de un cliente y me aburro infinitamente, un hormigueo recorre mi nuca.

He puesto, tras un montón de tiempo si usarlo, una de mis estaciones de radio de Pandora. Estaba oyendo, sin oir realmente, las canciones que iban saliendo cuando, de repente, una melodía ha provocado que me detenga y escuche: "6th Avenue Heartache" de los Wallflowers.

Por un momento, el gris del viernes se ha tornado azul, azul claro, como el cielo.

24.5.06

Disfrutar

Me paso la vida analizando todo lo que me sucede. Buscándole explicaciones, motivos, porqués... Siempre intentando que las cosas que suceden sean lógicas, razonables, entendibles... Siempre dándoles nombre, evaluándolas, categorizándolas...

Y, en mi afán, daño aquellas que me son más preciadas. Hago que pierdan su magia. Al intentar ponerles nombre, al intentar traducirlas en palabras, asesino justo lo más bonito que tienen, que es justamente eso: que no pueden ser explicadas, categorizadas, analizadas...

Ojalá pudiera aparcar mi mente, mi puñetera cabeza, y disfrutar...
... simplemente disfrutar.

Lo peor de todo es que yo soy así.

Paradojas en el desayuno

- Pero David era un tío muy pesimista ¿no?
- Hombre, a lo mejor es que estaba bien informado...

23.5.06

El Frusfrús

Cierto día, detrás de mi silla, en el trabajo, apareció una maceta con un par de plantas. Igual que cuando uno se levanta una mañana y se encuentra la acera abierta por una nueva obra de la compañía de la luz / el gas / el agua / internet... así, sin avisar. Pues igual.

La maceta en cuestión no tiene tierra, tiene esas bolitas de algo poroso que parece una mezcla de piedra pómez y corcho.

Las plantas que allí habitan son dos plantas bien diferenciadas: Una es alta y de hoja larga, dura y de un verde muy oscuro. Está hecha un desastre, pues tiene las ramas dobladas y todas las puntas medio secas. Y la otra es una especie de poto con las ramas gordas y retorcidas y las hojas anchas y carnosas. Y va soltando gotas de resina por todo el suelo, pues no tiene donde enredarse, salvo en las bolisas de la moqueta. O en las patas de mi silla, como me descuide. Que puñetera la planta, ahora que caigo...

Con la obra de la oficina, creo que dicha planta fue "reubicada" (son los términos laborales, qué menos) en mis dominios. Pero como esas plantas no son cuidadas por la empresa que riega el resto, pues están para el arrastre. Mi sitio no es el más idóneo para ellas y uno de mis jefes ha aceptado a llevárselas a otro lugar. Con esa excusa voy a intentar rescatar dos troncos de Brasil que están abandonados en un rincón, aún vivos. No vendrá mal algo más de naturaleza en mi reducto laboral.

Ya tengo las macetas que pienso utilizar, rescatadas también de un patio interior, al lado de las máquinas del aire acondicionado. También sé de donde sacar la tierra. Tan sólo me faltan un par de platos para poner debajo de las macetas y llevarme algo para ponerme a trasplantar. Seguro que habrá quien me mire raro, pero a estas alturas...

Pues una vez conocida la situación de las plantas y los troncos, comentándola con una compañera, le he dicho sin el menor reparo - Pues eso, que cojo los troncos, les doy con el frusfrús para quitarles el polvo y en cuanto los plante y los riegue, seguro que los recupero. - Mi interlocutora me ha contemplado con estupor y luego, evidentemente, nos hemos echado a reír. Es curioso, pero aunque el término suene extraño (pese a mi elocuencia natural al mencionarlo), sabía lo que era el frusfrús.

Y eso no ha dejado de intrigarme durante todo el día.

En mi casa, un frusfrús es un bote de insecticida, es un ambientador, es el pulverizador de agua que se usa para humedecer la ropa en la plancha, es un bote con algo líquido que usamos para echarle a los bajos de los pantalones, cuando están muy sucios, antes de meterlos en la lavadora...

El frusfrús es versátil, es identificable sonoramente, es un término simpático, es familiar. ¡Hagámosle justicia!: Queda consolidado el día veintitrés de Mayo como día nacional del frusfrús.

He dicho.

22.5.06

Bífidus activo

El verano ya está aquí, el verano ya llegó... pues no, todavía no, menos mal. Parece que vuelven los "fresquitos mañaneros", los jerséis finos y el poder dormir sin sudar como un pollo.

Y menos mal, porque todavía queda tiempo para que continúe con mi plan de convertirme en un atleta de reconocimiento y fama mundial (sí, planeo hacer anuncios de Nike, qué pasa). Y por lo pronto hoy he conseguido dar una vuelta al barrio corriendo, que son casi unos cuatro kilómetros. Bueno, algo menos, pero la bitácora es mía y exagero cuando quiero. Lo dejamos en tres y medio.

Yo creo que con un poco de tenacidad conseguiré ir a correr toda la semana. ¡Sería un logro! Además, está muy bien, ya se me había olvidado lo que era correr, porque me relaja la mente y me permite pensar en lo que me da la gana, tranquilo, pese a que me falta el aire en alguna cuesta.

A ver si me dura la vena deportista y mi cuerpo serrano (por mentar a cierto animal, más que nada) se va tonificando para lucir en las playas (playas, he dicho, a ver quién me invita a la playa) y las piscinas.

No seré ya un yogurín pero, José Coronado, ¡no eres nadie!

¿O ése era el de los intestinos? Joroña, que joroña...

21.5.06

En algún lugar, por encima del arcoiris

La inminente muerte del domingo era inevitable.

En uno de esos momentos en los que la calma parece apoderarse de todo, donde nada se oye y donde ni las hojas de los chopos rellenan con su ondear el silencio, se abrió paso un leve ritmo de guitarra y una voz.

Hay pocas canciones mejores para despedir la semana.

...And the dream that you dream of
Really do come true.

17.5.06

¡Tarjeta!

Sí, eso le tendrían que sacar a más de uno.

Ha ganado el Barça, y yo al lado del Paseo de Gracia... hoy no pego ojo.

En vuelo

Mañana temprano me voy a Barcelona.

Tan temprano que no sé qué narices hago despierto a estas horas todavía. Bueno, si lo sé, es que no tengo ganas de que ese mosquito primaveral que se ha agazapado en mi habitación empiece a posarse en mis orejas. Es tremendo, ¿cómo es posible que a todos los mosquitos que he conocido, nocturnamente claro, les encante zumbarme al oído? Aunque bueno, el de anoche no se contentó con eso, durante toda la bendita noche. También llevo una marca suya en el dorso de la mano derecha. ¡Vampiro! ¡Que ya tengo mi trabajo para que me chupen la sangre!

El caso es que mañana temprano me voy a Barcelona. La verdad es que sin la opción de quedarme a la vuelta para verla, no tiene nada de atractivo. Es más, creo que va a ser la primera vez que me coja otro avión de vuelta.

Sé que voy a llegar al aeropuerto con tiempo. Me sacaré el billete en los trastos automático-modernos que hay ahora, que la verdad te hacen el apaño. Luego pasaré por el detector de terroristas. Me tendré que quitar el cinturón. Cómo me jode tener que quitarme el cinturón... Luego me tomaré mi tiempo en volvérmelo a poner. Total, sé que voy a llegar al aeropuerto con tiempo.

Me iré a la cafetería que hay a la entrada, por la zona D, y me pediré un café y algo más. El algo más todavía no lo he decidido, la verdad. Mejor, sorpresa.

Me sentaré a esperar a que abran la entrada al avión, que siempre se me hace larga. Imagino que me dedicaré a mirar a la gente, muchos de ellos como yo, que madrugan para ir a trabajar a la Ciudad Condal. Ah, y me pondré de los nervios cuando la gente empiece a amontonarse haciendo cola antes de que abran. Señora, que los asientos están numerados coño, y que le darán caramelos de todas formas.

Cogeré un periódico que no me leeré, y que me guardaré en la bolsa para ver si me lo leo en otro momento, y que me traeré de vuelta a Madrid sin leer y que apilaré en el montón de periódicos que no me leo que hay en mi casa. Es posible que saque el libro que me estoy leyendo: "The Dead Zone", el primero que cojo de Stephen King, y que no está mal, pero tampoco le haré mucho caso. Igual cabeceo, depende de la cafeína, mientras miro por la ventana.

Me gusta mirar las nubes. Arriba todo es muy tranquilo, pese al zumbido del avión. Aunque bueno, a veces hay alguien que ronca. Alguien incordiará, eso por descontado. Pero a las nubes no les importa.

Pasaremos por encima de la ciudad del Puente de Piedra, de la Basílica, de los "adoquines" y del latir fuerte de mi corazón. A veces, si hay niebla, perdón, si está nublo, se ven las aspas de los gigantes de metal girar por encima del manto gris.

Miraré para abajo y mi mente también volará. Volará hasta una habitación, lejos, muy lejos, donde una tenue luz naranja empieza ya a inundar la estancia. Donde bolsos y abrigos cuelgan de sillas, perchas y esquinas. Donde seguro que todavía hay un brik de zumo tropical cultivando la vida cual caldo primigenio junto a una lata de sardinas. Encima de una balda de una estantería, un peluche rosa con un ojo morado sonríe. Claro, está muy cerca.

Allí es donde reposa, a punto de saludar a la mañana, una niña. Ella.

Y mi mente vuela, flota, planea y aterriza despacito junto a su almohada. Y se despereza, se estira, resopla y se da la vuelta. Abre los ojos y los vuelve a cerrar. Y justo, justo en ese instante, mi mirada se cruza con la suya, a través de la cortina naranja, a través de la ventana, a través de esas nubes que tanto me gustan mirar.

- Buenos días - le deseo, desde el aire.

Es temprano todavía, y ya llegamos a Barcelona.

15.5.06

Sincerándome

Cuando valoras la sinceridad por encima de otras muchas cosas, te das cuenta que enfrentarte a ello a veces es más difícil de lo que parece. La sinceridad es franca, es el mundo real. Es lo que pasa, lo que sucede, en bruto. Y a veces es duro.

Pero tengo la suerte de que la persona más próxima a mí me la ofrece. Piensa que sigue cerrándose, piensa que sigue teniendo esos caparazones para protegerse. Y es posible, pero sé que, para mí, hay un camino directo a su corazón a través de su sinceridad.

De verdad.

El pequeño colgante de Winnie de Pooh que tengo en el móvil, regalo suyo, tiene un disfraz de foca blanca y está durmiendo apaciblemente.

Y a ello me dirijo yo, con lo mente clara y el corazón tranquilo.

11.5.06

Marrones

Hoy se me ha abierto una puerta hacia un lugar desconocido en el trabajo. Era la puerta que, al parecer, había que cruzar. Y la he cruzado.

Los cambios son significativos, y suponen una mejora considerable en muchas de las cosas en las que un trabajo te afecta: es mejor para mi proyección laboral, para mi formación, para mi interés, para mi bolsillo... Pero no deja de ser un salto desde un trampolín, de muy larga caída, a una piscina que no sabemos de qué está llena.

Me siento algo escéptico, temeroso y dubitativo. - A verlas venir - que diría vd., señora. Pero dentro de este cambio tengo claras varias cosas.

Una de ellas es que he de aprender a trabajar, a apechugar con los famosos marrones sin que su carga a mi espalda me supongan un peso del que me acuerde cuando salga por la puerta. No pueden afectarme, o deben afectarme menos.

Y la otra es que mi principal interés es ajeno a esto.

Mi principal interés tiene unos ojos marrones preciosos y llenos de vida que estoy deseando que vuelvan a llenar la mía. Estoy esperando volver a verlos.

Y esperando poder verlos algún día todas las mañanas, cuando se abran al alba a mi lado. El lado lo elije ella.

10.5.06

La limitación de la palabra

Los seres humanos hablamos. Nos comunicamos entre nosotros a través de la palabra, ya sea hablando o escribiendo, pero hablamos de todas maneras.

A mí me gusta hablar. Más bien, necesito hablar. Últimamente no hablo mucho por aquí (eso es obvio), pero hoy siento que quiero hacerlo.

Y es que, pese a que hablar limita lo que uno quiere expresar, parece la única manera de poder explicar lo que a uno le pasa, lo que uno siente. Mi afán por contar lo que me sucede, en muchas ocasiones excesivo, me demuestra que no soy capaz de lograrlo. En cuestión de un instante, sentimientos, sensaciones, emociones... agolpan mi mente. Sé lo que son, sé lo que significan, y siempre siento la necesidad de explicarlas con palabras. Pero siempre me quedo corto. Y siempre lo percibo y siempre intento superar esa traba. Pero no puedo.

Tal vez sea porque no soy bueno explicándolas con mis actos. Y me excedo.

Mi abuelo me dijo una vez que más importante que aprender a hablar, era aprender a callar. Tengo veinticinco primaveras (para veintiséis), y no sé si seré capaz de hacerlo algún día.

Ojalá pudiera hablar sin palabras.