6.1.11

Érase...

Hobbes no es más que un cuento.

Una historia de ficción. Una película... Las ensoñaciones de un idiota, el autor. El espectador original que se cree especial porque es un idiota.

Un idiota que busca vivir la vida a través de los sentimientos y las sensaciones de un universo irreal, un mundo fantástico construido en su cabeza por pedazos de realidad, hilvanados por su imaginación y tejidos con los latidos de su corazón.

Un mundo donde las leyes originales que conforman la realidad se doblan para darle alas, donde los sentidos le engañan mostrándole un camino por el que avanzar. Donde, de algún modo, a través de su héroe Hobbes, encuentra respuestas a aquellas preguntas que no la tienen, o las ignora.


Pero, como en todo cuento, donde hay un principio también parece haber un final.

Nuestro héroe ha luchado como ha sabido. Pero la Nada, el vacío, ha ganado. Fantasía ha sido destruida. La Ciudad del Viento, la magia... todo ha desaparecido. No bastó que Hobbes creyera. Dió igual que fuera su mundo...

No fue suficiente.

Tan sólo quedan ya fragmentos que flotan en el vacío y que lo golpean ocasionalmente cuando, inerte, se desplaza a la deriva por la inmensidad, por esa Nada que queda, estática, donde antes hubo luz. No hay Torre de Marfil, ni Emperatriz, ni dragón blanco... no queda nada. Tan sólo el tiempo, que ha sobrevivido, transcurre, tedioso, sobre su existencia.

Hobbes ya no existe.

Sólo queda un idiota con un libro lleno de páginas en blanco, que va pasando poco a poco, reflejadas en su mirada perdida.


Tal vez, algún día, al despertar, al cruzar una esquina o al cubrirse del viento, un grano de arena, mágico, se cuele en su bolsillo. Y le de tinta, inspiración... Tal vez pueda volver a soñar, a desear, a imaginar... a vivir su vida de cuento en su mundo mágico. Tal vez la historia no termine.

Tal vez...