26.1.05

Vientos

Me llevo el gorro negro con cuadros verdes única y exclusivamente para poder ponérmelo al salir de trabajar de camino al autobús. Es tremendo el viento que corre al lado de la carretera, proveniente de la sierra, y puesto que corro el riesgo de que se me congelen las orejas y se me caigan (si, señora, es posible), no me queda otra.

Aunque pase frío, me gusta ese viento. No es el mismo viento que sopla juguetón entre las calles de la ciudad de mis pensamientos, y que siempre me golpea de cara, gamberro, como ella, vaya o vuelva. Pero es viento, y refresca, aún más, mis recuerdos y deseos.

Ricos y Famosos

Pues sí, finalmente, me tocó la Quiniela. ¡He saltado a la fama, he subido a la cima, estoy en la cresta de la ola! Un paso más en mi tarea de conquistar el mundo. Estoy que doy palmas con las orejas, oiga.

Y todavía no sé en qué nos vamos a gastar (mi compañero de juegos de azar) y yo los 0.78 € que nos han tocado. ¡Qué dificil es administrar el dinero!

24.1.05

Experimentos

Hoy voy a experimentar la sensación de acostarme a las once de la noche (espero).

¡Qué sensaciones me depararán! ¡Cuan descansado estaré mañana! ¿Soñaré? ¡¡Me despertaré antes de que suene el despertador!! (grrr) ¿Dormiré como un bebé? Es igual, ya da todo igual, ya no tiene arreglo. Me he decidido... Me voy camino de la cama (sum bari bari), que es el mejor camino (sum bari bari), y sólo estar durmiendo...

Buenas noches, que descanséis.

Biorritmos

Hoy tocaban bajos. En la curva que realizan diaria, semanal y mensualmente, hoy tenía que estar por los suelos. Y los de mi padre, para que contar...

Pero, como dice la autora de un libro que me he leído hace poco, a tan sólo nueve números de distancia hay una voz que me escucha, que me conforta y que me aconseja. Y que me hace sonreír y reír. Y que hace que me sienta latir el corazón con fuerza.

Y que levanta mis biorritmos. Una voz genial.

PD: Esto es un blog ¿no? Caramba, chico, que olvidado te tenía, disculpa.

7.1.05

Como la espuma

Hoy he podido comprobar que la baguetina (ni baguette, oiga) que compraba de vez en cuando en la cafetería de edificio donde trabajo a media mañana para matar la gusa ha pasado de costar un euro y medio a costar: ¡dos euros con quince!, y mi fantástico abono transporte ha subido ni más ni menos que la poco desdeñable cifra de: ¡cuatro eurazos!

Repasemos:

Subida de la baguetina: de 1.50 € a 2.15 € ---> 43,33 %
Subida del abono transportes: de 51.35 € a 55.35 € ---> 7,79 %

Y a mi ¡quien coño me sube el sueldo!

A partir de ahora, sandwiches de casita, me pienso colar en el tren y a la mierda. Luego dirán que el IPC es una subida considerable. Me voy a callar...

6.1.05

Abuamba buluba

¡Me podría a cantar! Pero es muy tarde...

Bien, me pongo a bailar pues. ¡Qué ganas tengo de que llegue mañana! Imagínenme a ritmo de conga por mi cuarto (o no). Vale, ya, gracias.

4.1.05

20th Century Fox

Cuando tenía quince años solía ir al cine con mis amigos los lunes. Sí, los lunes, aunque suene raro. Es que los lunes era el día del espectador en los cines del Centro Comercial de la Albufera en Vallecas, el cine más fácil para ir en transporte público, y costaba unas cuatrocientas pesetas de las de entonces (esto suena a charla de geriátrico...) Al lado había, y todavía hay, un Alcampo, parte esencial de nuestras tardes de fotograma.

La tarde se organizaba de la siguiente manera: Llegábamos a los cines y comprábamos la entrada para una hora más tarde (aproximádamente), y nos metíamos en el Alcampo. Allí, lo primero que hacíamos era guardar una botella o una lata de cocacola entre los pescados y las ensaladillas congeladas, y nos íbamos a dar una vuelta a ver lo que vendían. Solíamos echarnos unas partidas a las consolas que siempre tenían enchufadas y también escuchábamos algunos discos de música, de esos que están colgados con unos cascos, y cuando quedaba poco para la película, comprábamos una gran bolsa de palomitas por unas setenta pesetas, cogíamos las bebidas ya bien frías y, tras esconderlas bien entre los abrigos o en los pantalones, nos metíamos en el cine.

Ahora el cine cuesta unos cinco euros y medio (o más), hay que irse a un centro comercial que esté a tomar por saco porque al centro con el coche es inviable, a la par que caro, hay que comprarse el combo de palomitas y cocacola de cuatro euros y pico y si hay hambre una bolsa de gominolas que parecen bañadas en oro.

Esta visto que cuando uno no tiene dinero es cuando mejor se lo pasa intentando hacer cosas que normalmente cuestan un poco más. Siempre me quedaré con el recuerdo de haber visto Braveheart en esos cines, sin aire acondicionado y con un calor que derretía las paredes, pero la música y la atmósfera de la película me sumergió tanto en ella que sentía la humedad y el frescor de los paisajes de Escocia que allí se muestran. Desde entonces, es una de mis películas favoritas, pero pagaría por volver a verla allí.

3.1.05

Pero mira cómo beben...

La hierba amanece brillante y cristalina, bañada por una capa de rocío que gota a gota la ha ido cubriendo a lo largo de la fría noche. Las carreteras no están especialmente atascadas, puesto que todavía hay mucha gente que disfruta de sus vacaciones, y circulamos ráudos hacia la oficina. Ya por la tarde, las calles se atiborran de gente que se mueve ajetreada buscando ese último regalo que todavía no ha alcanzado a comprar o que tal vez todavía no ha dedicido comprar. Las luces de colores tililan en los árboles, en las ventanas (en El Corte Inglés) y sobre las multitudinarias calles de la ciudad, y en algunos locales estridentes arbolitos de navidad nos dicen que todavía estamos de festejos. Algunos, como yo, esperamos ansiosos el roscón de reyes. De crema, con frutas escarchadas. Que rico.

Estas navidades no he pasado mucho tiempo en casa. No somos muy navideños y poco a poco la casa se adorna menos. Mi padre sigue con su situación pasivo-depresiva y no hace más que cambiar de canal en el cable. Estoy seguro que hoy ha cambiado como mínimo unas quinientas veces, y realmente no creo que exagere. Mi madre no lo lleva muy bien porque no lo entiende. Ella siempre le pega una bofetada a las adversidades y se las toma como desafíos personales, mientras que mi padre se para a verlas pasar de largo, sin actuar, y eso la está hundiendo poco a poco aunque ella lo niegue. Tengo que hacerle más caso porque sin ella esta familia no levantaría cabeza. Supongo que cuando empiece el buen tiempo y mi padre pueda volver al pueblo, a Soria, mejorará su humor y disposición. Mientras tanto, le daré palique a mi madre, que eso se nos da bien, aunque acabaremos tirándonos los trastos a la cabeza, pero bueno, mejor conmigo que con mi padre. Nosotros demostramos así que nos queremos, es nuestra relación particular. Semos "asín", señora, no sé de que se asusta.

No he estado mucho en casa porque los días entre Nochebuena y Nochevieja los pasé en Pas de la Casa haciendo snowboard con unos amigos. Nunca había ido con ellos a la nieve y dado que este año en invierno no iba a irme a hacer snow, me apunté. Éramos cinco y, aunque ha sido divertido estar con ellos (sobretodo porque no es gente a la que vea mucho) y los aprecio, he echado de menos a la gente con la que suelo ir a la nieve. Somos gente diferente y nos gustan cosas diferentes, y pese a que yo me hago a todo, el bajar pistas y pistas sólo ha sido un poco aburrido (aunque un día coincidí con un amiguete de Valencia que también andaba por allí a quien ha sido un placer conocer).

El tercer y último día de pistas (el cuarto hubo ventisca y cerraron la estación, y estuve pegando saltos) fue una experiencia que probablemente no olvide en mucho tiempo. Este año teníamos el forfait de Gran Valira, que une los seis valles de la zona: Pas de la Casa, Grau Roig, Encamp, El Canillo, Soldeu y el Tarter. Por la mañana convencí a dos de mis amigos (a los que más conozco y quienes habían probado ya un añito la tabla) a cambiar de valle para ver más de lo que nos ofrecía semejante forfait y, tras cruzar el Grau, decidieron volverse. El día estaba oscureciendo y como uno de ellos no se encontraba muy suelto prefirieron volver a Pas. Como yo no había visto el resto de la zona decidí irme a mi aire a ver si llegaba hasta Soldeu, zona que conocía de otro año. Cuando tras un par de confusiones (¡qué difícil es orientarse a veces) y cuando ya había empezado a nevar en serio, llegué a la Escuela de Esquí de la parte de arriba de Soldeu. Entonces, y tras un tentempie, decidí volverme, y fue cuando la ventisca se manifestó.

Tardé cerca de dos horas en volver a mi valle, a Pas, sólo, bajando por pistas en las que no veía ni mi tabla y con ráfagas que a veces me tiraban al suelo. Estaba un poco asustado porque por megafónía avisaban a los esquiadores que fueran volviendo a sus zonas de origen por la posibilidad de cierre de los telesillas debido al fuerte viento, y yo no quería quedarme en otro valle, porque no sabía si iba a ser capaz de volver por mis propios medios o bien iba a tener que liarla parda y llamar a mis amigos para que me viniesen a buscar en coche, o yo que sé...

Subido a un telesilla, sólo, en medio de una ventisca y con las estrellitas de cristal de nieve amontonándose en los pliegues de mi equipo, uno piensa muchas cosas. Miraba para abajo y ocasionalmente distinguía a algún esquiador entre los postes del telesilla, las rocas y los árboles. Me imaginaba allí mismo, a dosmil metros de altura, sólo, sin nadie, perdido, y luego volvía a pensar en la cantidad de gente que estaba allí, como yo, y la sensación era bien distinta. Es curioso como el saber que hay más gente a tu alrededor, aunque estés sólo, proporciona una sensación de confort. Mal de muchos, tal vez... Allí arriba pude pensar en mucha gente con mucha claridad: en mis amigos (sobretodo aquellos con quienes me hubiera gustado compartir la experiencia), en mi familia, en ella (pero sólo un ratito, claro)... Pensaba en que dentro de una gran niebla yo era tan sólo un puntito de color verde oscuro con un casco azul y unas botas negras y naranja estridente con un montón de nexos super-importantes con el mundo que existía fuera de esa gran burbuja. Sentía una especie de aislamiento extraño, a la par que una sorprendente cercanía hacía aquellos que me son más importantes.

El descenso me lo tomé como un reto y decidí que tenía que llegar a mi valle fuera como fuese. Y lo conseguí. Realmente no debía de ser tan difícil, pero para mí fue una gran aventura, y le dediqué tanto esfuerzo que cuando llegué al piso me derrumbé y me dió una bajada de tensión que tan sólo pude recuperar con tres vasos de cocacola con azucar, uno de agua (con azucar también, que asco), dos sandwiches, unas barritas de muesli, un plátano, un yogur... y media hora de bajón. Creo que nunca había sentido lo que era estar exhausto de verdad hasta ese día, pero creo que mereció la pena. A veces me gusta estar sólo, conmigo, para pensar, y ese día, aunque la situación fuera un poco un desafío, me sirvió bien para ello. Realmente una de las cosas que no dejó de pasársemo por la cabeza era que me moría de ganas de que llegase el día treinta y volver a estar en Zaragoza.

Y así fue. Tras perder toda una mañana intentando arrancar uno de los dos coches en los que íbamos y posteriormente sacarlos de la montaña de nieve en la que se hallaban sumidos, salimos de vuelta hacia casa haciendo escala en Zaragoza, donde me bajaba yo. Allí me quedé a dormir en casa de un amigo hasta el día siguiente que nos veníamos a Madrid (él cenaba en mi casa en Nochevieja), y pasé una parte de la noche y de la mañana siguiente, por fín, con ella. Nada mejor para despedir el año.

Tengo ganas de que llegue este fin de semana para volver a Zaragoza. Mi cuello la echa de menos, jejeje. Y es una gamberra, de eso no hay duda, pues me ha regalado una colonia Heno de Pravia. Creo que me voy a comprar un bastón y un batín, y sacarme el carné del Inserso. Anda que no se reía... y yo todo ilusionado al ver el regalo. Me voy a vengar, claro, ya lo tengo preparado.

La fiesta de Nochevieja no estuvo mal, pero he de decir que no la recuerdo prácticamente. Acabo de ver las fotos de un amiguete y las pocas que hice yo y la verdad que se me pasó bien rápido. Estaba cansado de tanto trajín, y creo que eso se notó, porque tampoco bebí mucho pero me acosté ya cuando el sol hacía rato que había salido y cuando a las dos cuando me despertaron para traerme a casa todavía estaba un poco tocado. Llegué y me acosté, y a eso de las ocho de la tarde me desperté ya un poco más entero, aunque dediqué el resto del fin de semana a descansar.

Y hoy he vuelto al trabajo, sin ganas, claro, pero bueno. Es lo que hay. Ahora toca estudiar bien, que falta me hace, a ver si salgo bien parado y sobretodo para que merezca la pena el estar tanto tiempo sin ver a la persona que ha hecho que todo el año pasado sea tan maravilloso como lo ha sido. Creo que yo también hago que el suyo sea bueno, y eso me llena.

Y ya, que ya está bien, ya me he desquitado. Cada uno tiene su propia Navidad, y ésta es la mía. No esta mal ¿verdad?