Normalmente se entienden las vacaciones como un periodo de tiempo en el cual no trabajamos ni estudiamos (o por lo menos empíricamente hablando) y que nos dedicamos al gustoso placer del dolce far niente. Es decir, descansamos.
Bueno, pues eso es muy relativo. Normalmente mis vacaciones son bastante camicaces, aprovechando hasta su última gota a tope, sin tiempo para dormir o descansar. Tengo unas cuantas, pero las mido al milímetro para exprimirlas bien y poder bañarme en su zumo.
Esta última semana en San Fermines, y luego en mi pueblo ha sido tremenda. Me ha gustado estar con gente con la que no desparramaba desde hace tiempo, conocer a esa gente a la que sólo conocía por sus letras, jugar al Rombo y dejar de jugar al Rombo porque no se puede empezar a beber a las dos de la tarde (y porque ella era la mejor excusa para dejar ese juego del demonio), perderme y perdernos sin parar, cosa digna de estudio, cantar en un banco durante dos horas mientras se me iba la mano con el güisky, ver los fuegos en La Ciudadela acordándome de sus ojos, botar sin parar mientras "la orquesta Esmeralda" se tocaba el "Riñones al Jerez" del grupasso y la gente pensaba - ¿Cómo coño se sabrá el colgao de la camiseta verde la canción esta? -, desgüevarme del su cantante "posturitas" subido a la tarima cantando una de Manolo García, conseguir beberme esa cerveza hecha a base de matarratas (para que luego otros bebieran también, jejeje), tomarme esas cañitas mañaneras, desfasar descojonándome con un amigo a las diez de la mañana para celebrar nuestro reencuentro en el mundo de la juerga dentro de esa discoteca "maquinera de la muerte" llamada Plural (con la fauna que habita esos lares)...
Hay tantas cosas que contar, y tantas de las que ya no me acuerdo (tal vez el güisky pueda contároslas, el seguro que se acuerda) que conforman unas vacaciones estupendas, aunque al final de la primera noche no fuéramos capaces de quedarnos en un garito y nos pelásemos de frío por las calles de Iruña.
Aunque ella cogió frío porque la lluvia que nos había empapado me encantó que terminásemos de andar paseando muy pegaditos para darnos algo de calor después de habernos emborrachado tanto juntos, como aquel día en el parque Miraflores donde se forjó La Selección y donde nació una sonrisa en mis labios. Me encantó estar con ella de juerga, aunque lloviese, aunque tuviésemos un momento raro, aunque... aunque todo. Y la eché de menos cuando se fue. Hasta el saco en donde el miércoles por la mañana me encerraba con ella y pasaba las horas mirándola, muy juntitos (ya sabes que me encanta no dormir contigo) se fue encogiendo el resto de las noches cuando ya se había ido. No pude evitar el acordarme, porque es tan fácil acostumbrarse a lo bueno...
Tiene narices que haya necesitado dos días (bueno, uno, que ayer hubo concierto de "La Vela Puerca" y tocó cachondeo también) para recuperarme de mis vacaciones, ¡que desastre!
Bueno, ahora que lo pienso, que coño: ¡Que viva la juerga! Cuando uno se lo pasa bien, no existe el cansancio.