Este fin de semana hemos celebrado un macro-cumpleaños en una casa rural en Cenicientos, un pueblecito muy bonito (creo, porque ni lo vi) de la sierra de Gredos. Seis han sido los homenajeados, y en total veintitrés personas de juerga en una mansión muy adecuada para ello.
En principio, y según tengo entendido, las casas rurales están para hacer turismo rural. Es decir: para irse al monte, a comer a algún restaurante típico de la zona, para ver los páramos de los alrededores... Pero nosotros somos un poquitos más especiales. No hemos salido de la casa para nada (y para eso, menos) Bueno, si, algunos se fueron a dar una vuelta por el pueblo mientras otros tantos volvieron a Madrid a ver un concierto de Extremoduro. Y otros le dábamos a la Playstation. Pero aun así, lo que realmente hicimos fue organizar una buena fiesta de viernes a domingo. Que digo fiesta, ¡fiestón!
Allí, el viernes, jugué a un juego de rol muy curioso y divertido. Consistía en que a cada uno nos daban un rol, un papel a interpretar, para lo cual debíamos ir por lo menos algo caracterizados. De ello se nos avisó por correo con un par de días. Una vez allí a cada uno se nos dió una hoja en la que se explicaba quién éramos de cara al público, y también quién éramos realmente. Y, sobretodo, cuál o cuáles eran nuestros objetivos. Una vez repartidos todos los papeles y sabiendo todo esto, empezó el juego.
La casa rural reunía a antiguos alumnos de un colegio cinco años después de su graduación. Había de todo: una pintora embarazada, un ex-actor porno, un estudiante de intercambio... El anfitrión era un conde (el que organizaba el juego). En ese colegio cinco años antes había muerto un alumno, y algunos de los personajes iban a tener que averiguar bastantes cosas al respecto. Según las reglas del juego, unos podían liarse con otros, lo que implicaba veinte segundos encerrados en la misma habitación, y hasta acostarse, lo que supone un besito en el cuello aparte de esos veinte segundos (muy light, como veis) ¡Incluso alguien podía morir en el juego! (había un arma secreta, un cuchillo de plástico, jejeje).
El caso es que me hubiera gustado enterarme bien del papel de cada uno y de lo que fue sucediendo hasta el final, pero empezamos a jugar cuando varios de nosotros ya nos habíamos tomado unas tres o cuatro copas, con lo que yo, que era uno de los camareros, tan sólo me metí bien en mi papel (completamente he de decir) y me tiré toda la noche sirviendo copas y bebiéndome otras tantas. Era muy divertido (¡sobretodo para el resto!), porque yo en mi papel de camarero tenía un carácter muy fuerte, por lo que tampoco me dejaba ningunear, y según me pidiesen la copa se la ponía o no. Mi objetivo era conseguir dinero porque realmente (mi cara oculta) yo había sido mujer antes, y la operación de cambio de sexo me había dejado tiritando y necesitaba pasta a cualquier precio. En la fiesta había muchos ricachones, entre ellos el Sr. Conde, pero por mucho que intentaba pelotearle no soltaba ni un céntimo. La verdad, conseguí muy poco dinero, no gané mi objetivo. Pero me lo pasé pipa.
Aparte de eso, el fin de semana ha sido muy divertido y sobretodo me ha servido para desconectar un poquito de la semana laboral de mierda que lo precedía. Le pongo un 9 en general (¡pedazo de nota!). Eso sí, para la dueña de la casa rural, textualmente, "somos muy jevis", jejeje. Y que bien se portaron los vecinos, señora, que ni habiendo puesto la música hasta las diez de la mañana dijeron ni pío (y eso que nos llevamos un amplificador). Unos santos, vamos.
Y la matrícula de honor se la dejo a este fin de semana que se avecina. Además, ¡espero que me dure hasta el lunes! A menos que no me lo den libre, que uno ya no sabe que pensar.
PD: Para la próxima fiesta con esta gente se prepara una velada a lo Club de la Comedia. ¡A ver qué tal sale!